Vuelvo a leer tu nombre
en los que no se presentaron:
a la mesa ,
al trabajo.
En los que faltaron a la clase,
en quienes plantaron a la novia,
en los que hicieron llorar a la madre,
y no dieron de comer a los hijos.
En los que no asistieron a su entierro.
Tú te justificas diciendo:
que no fue tu culpa,
que te desaparecieron
¿ Por qué dejaste entonces ?
Torturar tu cuerpo
desmembrarte
calcinarte.
Volarte hasta el recuerdo. En un silencio absurdo,
donde ya no hablan los muertos.
Porque siempre me dices, que no fue tu culpa,
que te desaparecieron.
¿ Hasta cuándo te seguiré buscando ?
encajando los huesos de otro ajeno.
Ya me cansé de mirar las caras a los muertos.
¿ Por qué no apareces para tu santo entierro ?
Quiero la certeza de tu muerte
y terminar mi luto eterno.
Ya de nada te culpo, si culpas tienes
fue la de ser tan bueno,
holocausto para dioses del averno.
Busco, en la arena fina del desierto.
En la helada puna,
en la ciénaga, el mar, infierno.
(No quiero ser un alma en pena buscando)
¡ Jessica, Antonio !
¡ Martín ! ¿ Dónde se perdió tu libro ?
¡ Kenel !, tu sonrisa no la encuentro
son todos ausentes.
Muertos y no muertos.
(No tengo la certeza de sus muertes)
Porque mientras haya memoria que se niegue a
herrumbrarse
mientras haya silencio
que permita escuchar los latidos
de los que vivimos
(Tenemos las certeza de no estar muertos, aunque
de los otros no sabemos).
Y el eco de los que se fueron.
Siempre habrá una lista infame que dirá
DESAPARECIDO.
Mientras no haya piedra que llore
la memoria del nombre
perdido,
ni ojo que vea al
desaparecido
nosotros seguiremos buscando
en nuestros recuerdos
o en el olvido.
Poema de Juan Aranda Company publicado en 'La ceniza de lo vivo'
No hay comentarios:
Publicar un comentario