Viene
circulando a nivel internacional la revista francesa EOLLE, órgano de la Université du Havre Normandie, que en su número 7
contiene valiosos ensayos sobre el conflicto armado interno en el Perú y la
cuestión de género. Algunos de ellos permiten re-pensar la historia oficial, es
decir, la versión maniquea impuesta desde el Estado peruano en su condición de
vencedor, así como la difundida por los órganos y canales de la propia agrupación
subversiva.
Dos años
de entrevistas con la camarada Miriam proporcionaron al historiador Antonio Zapata un valioso material
testimonial para elaborar Elena Yparraguirre: La mirada de la número tres. Sobre su padre, Elena confiesa su ardiente militancia aprista y
su compromiso con la masonería. Respecto a sí misma, su férrea formación cristiana, con énfasis en la
educación primaria. ¿Cuánto influenció esto en la naturaleza del PSP-SL, máxime
si se trataba de la dirigente número tres, quien tras la extraña muerte de
Augusta La Torre (Norah) pasaría a ocupar el segundo lugar además de nueva
consorte de Abimael Guzmán? Es una de las interrogantes que se plantea el
historiador.
La
investigación también detecta la pretensión de Elena —al igual que Abimael— de
eximirse de su responsabilidad en la conducción de la guerra y, sobretodo, de
sus manifestaciones extremas. Si el CC
diseña la línea general, entonces el responsable de base siente que solo está
aplicando lo que la dirección ha decidido: por lo tanto, él no es responsable,
simplemente tiene que obedecer. Pero para el CC, los planes concretos y los
ajusticiamientos selectivos en particular son hechura de los responsables de las
bases y de los comités. Así, el mecanismo de toma de decisiones permitió evadir
la responsabilidad moral del núcleo dirigente. Elena no escatima en señalar
a Laura Zambrano (c. Meche), maestra de profesión, como la transmisora de la
orden para la ejecución de la condenable masacre de Lucanamarca.
Respecto
a las mujeres en la dirección del PCP-SL, Zapata concluye: Dispusieron de un margen de agencia bastante elevado y que lo
ejercieron con autoridad y firmeza, aunque en última instancia le tenían una devoción
y respeto a Guzmán que parece cercano a la mística pasional.
Zapata
delinea las dos estrategias enfrentadas: del Ejército y el PCP-SL, señalando lo
que supone falencias y aciertos en cada una. Precisa el papel clave de Norah: Al faltar Augusta y su rigor para el
análisis político, Guzmán pensó en forma grandilocuente. Era una antigua
costumbre, cada vez que Sendero estaba en problemas, su dirección salía de
ellos sin afrontarlos, sino cambiando de escenario. En esta ocasión sostuvo que
Sendero estaba entrando al “equilibrio estratégico” y que debía pasar de la
guerra de guerrillas a la guerra de movimientos. Era una fuga hacia adelante...
la política dejó de estar al mando y se produjo el baño de sangre de 1992.
Estas
conclusiones coinciden —o confirman— las posiciones que algunas facciones o
miembros disidentes del PCP-SL venían sosteniendo desde el 2012 con mayor
claridad y en relación a la necesidad de un balance autocrítico. Guzmán trató
de silenciarlos pero, apelando a su propia cosecha, es válido recordar que la realidad termina por imponerse.
La
vida y obra de tres escritores insurgentes, caídos en diversos periodos del
conflicto, permiten a Oscar Gilbonio,
miembro fundador de la Agrupación Cultural Ave Fénix, reflexionar sobre arte —en
especial literatura— y sus conexiones con el entorno histórico, social y
político previo al estallido del conflicto en 1980 hasta la matanza de los
penales acaecida en 1986. El ensayo se titula Hildebrando Pérez Huarancca, Edith Lagos y Jovaldo Textos de combate.
Del
análisis del libro Los Ilegítimos del
primero, surge una aseveración: Hildebrando
no deja de enaltecer a los protagonistas del pueblo, como héroes anónimos que
se elevan siempre con una victoria moral, de principios, y resultan al fin superiores
ante pruebas u ordalías que nos presenta la vida. Y confronta los relatos del escritor con la
posición oficial del PCP-SL en el sentido que este propugnaba el carácter semi
feudal de la sociedad peruana en tanto que aquel nos mostraba un escenario
ayacuchano —en Cangallo— donde ya se desenvolvía y manifestaba el capitalismo.
Poco
se ha investigado respecto a la motivación de los jóvenes para incorporarse a
la lucha armada. El sociólogo Dynnik Asencios tiene un trabajo meritorio: La ciudad acorralada. Por su parte, Gilbonio al escrutar los versos de
Edith Lagos, afirma: Muchos jóvenes se
plegaron a la lucha armada, más por sentimiento, pues no tenían un conocimiento
profundo de la política, la economía y la sociedad. Según Edith, no deben
quedarse en sentir, sino también, y en primera instancia, vivir; asimismo,
gritar y tantas cosas más que forjan el sentimiento y la razón. Expresa el
espíritu revolucionario de la época, el amor por la vida, el ¿qué hacer?
Finalmente
sobre José Valdivia Domínguez, el malogrado vate, asevera: Jovaldo es un trovador del pueblo que zahiere la mirada convencional de
los asuntos ecuménicos a la orden del día, proponiendo una versión distinta y
alentadora. Se adhiere al movimiento y acompaña el sacrificio de trescientos prisioneros
en 1986.
Los
tres investigadores, estarán presentes el miércoles 15, en el local del Gremio de
escritores del Perú (Jr. Lampa 208) a las 7pm con motivo de la presentación de
la revista bajo la conducción de Anouk Guiné, quien ofrece un estudio reciente
sobre Augusta La Torre y el Movimiento Femenino Popular.
Braulio Morante
No hay comentarios:
Publicar un comentario