Recuerdo en Lima allá por 1990,
una tía abuela se enteró que su hermano había muerto en Tocache, al interior de
la selva peruana, donde la violencia política arreciaba. En conclave familiar,
se decidió que la tía fuese a Tocache. Después de algo de una semana la tía
retorno ajada, pasmada, pero sonriendo: traía en su pecho una niña de un año o
algo más. Una tarde almorzando en la terraza, pues la abuela vivía ahí, sobre
un edificio que se encargaba de limpiar, conversábamos. Sobre el cielo limeño
pasaba un helicóptero. La niña estaba sentada al costado de mi tía. Cuando el ruido
del motor se hizo evidente, la niña a pesar de su edad, se tiró de la silla,
reptó debajo de la mesa, y arrastrándose a una velocidad increíble pudo llegar
debajo de la cama de la abuela, de ahí la sacamos temblando, decía: “toco toco”
y lloraba señalando la lejanía.
Las memorias individuales
del conflicto político no son una ni pocas, son miles, quizá millones. Se las
va asimilando, para construir el presente. Pero las memorias colectivas son
otra cosa -mucho más intangible-: definen el destino del colectivo, de un
grupo, de una clase, de un pueblo o de una patria.
La importancia de las
memorias colectivas no está en No Olvidar, en levantar inmensos edificios para
resguardar lo tangible, tampoco en cantar victoria o almacenar el rencor de la
derrota, está en definir una memoria de confluencias, de los diferentes grupos
en pugna. Ejemplos resultan los discursos aún lacerantes de la Conquista
Española o de la Guerra del Pacifico. Cuanto más tiempo pasa el hecho se
uniformiza más, y cuando es útil se restructura, se recrea, se actualiza. Esto
hace de la Memoria un instrumento de control social.
Las diferentes lecturas de
las memorias posconflicto, en un afán de empoderarse de este instrumento, aún
no han confluido en un dialogo entre ellas, a pesar que el presente artículo se
motiva en la película titulada precisamente: “Entre Memorias”, de la directora Mati Dietrich ,
hija de peruanos radicada y nacida en Alemania. El documental no es el primero
ni será el último sobre esta etapa, pero ayuda a vislumbrar qué tipo de memoria
se está tallando.
Entre Memorias desde un
inicio plantea que los grupos alzados en armas iniciaron la guerra: Sendero
Luminoso y el MRTA, en seguida define ya una categorización que va a guiar todo
el documental, dice en off, “los unos guiados por el fanatismo y los otros por
la justicia social”.
El desarrollo de los
testimonios pretende mostrar una imagen múltiple de los involucrados. Voluntaria
o involuntariamente son parte del posconflicto.
La asistencia a la
presentación de Entre Memorias, fue
nutrida, algo más de doscientas personas, a quienes esta etapa les debe ser de
sincero balance y responsabilidad.
“Entre Memorias” como “Sybila”,
“Los Cabitos”, “Tempestad en los Andes” y varios otros documentales de los años recientes
son herramientas necesarias para motivar una reflexión sobre el pasado, la reconstrucción
de la imagen integral del colectivo y dejar constancia del momento histórico.
La visión que se ha impreso
al documental -rodado el 2011- define una etapa de la historia del Perú, y es
tácita la preeminencia de mantener la memoria, con un balance de los
testimonios: el afán político y justificatorio de Carlos Tubino desde la óptica
militar, el ejemplicador caso de Lucero Cumpa y el dolor de las madres de la
Asociación Nacional de Familias de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos
(ANFASEP).
Si bien aún los discursos de
la memoria no convergen más que en el dolor y la impotencia, sin embargo aún en
el nivel simbólico, la directora no libra el combate por definir términos. En
algunos momentos reconoce a los alzados en armas como terroristas, en otros les
da el estatus de prisioneras políticas, como el caso de Lucero Cumpa, líder del
MRTA, cuyo testimonio de entereza al asumir su responsabilidad y su reflexión
de parte, en la película. Su hija, leyó
una carta enviada desde el Penal de Chorrillos, y que representó para el
público asistente un testimonio más, fue
una atenta y tolerante actitud
escuchar y reflexionar sobre su contenido. El congresista Carlos Tubino da la
óptica del discurso de la memoria del vencedor: generaliza atrocidades hechas
por los grupos alzados en armas en tanto justifica el accionar represivo, sin un
necesario referente real, pero al final es un discurso de SU memoria; de la
memoria que quiere institucionalizar, y que debería imponerse como un
instrumento de control social. La lucha de las madres de ANFASEP por lograr que
se reserve la Hoyada, un lugar para recordar a los seres queridos desaparecidos
en el cuartel Los Cabitos en Huamanga, un monumento que sea el lugar del
recuerdo individual y colectivo. Un momento de retorno al pasado mediante las
escenas que corresponden a la recreación de la toma de la embajada japonesa por
parte del Ejercito del Perú, ahí está claro que para los vencedores la memoria
debe ser un instrumento de control social, de supremacía, de un solo discurso válido,
la que una vez más en la historia tiene la victoria sobre su propio pueblo,
sobre sus propias entrañas.
Entre
Memorias ha tenido a bien considerar la parte subjetiva de la
directora, como por ejemplo resaltar el papel fundamental de las mujeres en el
conflicto. Martha Dietrich ha declarado
que se impuso su visión de la mujer. Al igual en ausencia de la visión de
memoria de Sendero, ella manifestó que no logró calar su compatibilidad con las
representantes. Estas cuestiones subjetivas, posponen la necesaria lectura de
uno de los actores del periodo bélico que complementa la memoria colectiva, La
Verdad y la Justicia como exigen las madres de ANFASEP.
Martha Dietrich ha dejado a
disposición los CDs de Entre Memorias,
para que se proyecte en espacios públicos y así contribuya a la convergencia de
la Memoria que sirva para dignificar al ser humano.
Ángela
Hunter