Manuel Marcazzolo
Cuando
traspuso la puerta del gallinero que es la que comunica a su pabellón con la
rotonda, cosa extraña, ahí afuera no había nadie, el individuo se preocupó y se
atreve a pensar, todo gracias a la maldita angurria por el dinero que se ha
desatado entre este pabellón y el pabellón rival y que hace peligrar la libre
relación entre los que viven en ambos pabellones. Antes de ayer se agarraron a
cuchilladas en la rotonda con el pabellón del frente.
El
tipo aprovecha para sentarse en el muro que circunda y anilla la rotonda,
vuelve a la maraña de sus ideas, de qué me tendría que cuidar yo si simplemente
soy uno más al garete, un humilde peón de toda esta melcocha. Que se cuiden aquellos que batutean y quieren
bataquear a su rival, ésa es su guerra, que se maten entre ellos. Desde donde se ha sentado se ve el pabellón
rival, en él nadie se atreve a salir más allá del gallinero.
La
voz le llega de atrás, pero la reconoce.
-¿En qué
andas, Bam Bam? –dice el que vive con él en la celda.
Se
vuelve un poco para responderle.
-Aquí pe,
causa, el loco empanada me invitó un troncho que me ha puesto tan así que no sé
qué hacer con tanta locura y trato de disiparme relojeando mi tiempo.
El
otro se sienta a su lado y continúa la charla.
-Sí, los vi cuando se estaban prendiendo la
hierba, no me quise acercar, sabes que el loco es mi compadre, me acerco y el
hombre se arma otro para que me lo fume yo solito, y como están las cosas hay
necesidad que esté fresco como un pescado, además que la hierba de mi compadre
está terrible y la situación no está para darle ventaja a nadie –y señala con
su barbilla hacia el frente- mejor tranquilo nomás. En la noche ya es otra cosa, ahí sí que le
pico un barretín a mi compadre.
Bam
Bam lo escucha en silencio, mordisqueándose la uña de uno de sus dedos de su
mano izquierda, y luego dice:
-Ese troncho
me ha movido todo el cerebro y antes que te acercaras me quedé viendo a los
compañeros. ¿Crees que de a verdad estén
veintiocho días en huelga de hambre sin comer nada? Yo no creo. Hace un rato
pasaron a uno en camilla, con dirección al tópico, y se veía bien flacazo.
El
otro se ha quedado escuchándolo en silencio y sin dejar de vigilar el pabellón
rival, después de un momento le responde:
-La verdad,
causita, qué te puedo decir, de lo que sí te puedo hablar es de lo que conozco,
ahí sí te digo que esa gente es línea.
Aparte
de los pabellones comunes que son cuatro, hay otros ocho que están ocupados por
los prisioneros políticos, al menos seis de estos en este momento tienen
banderolas en los pisos altos de su pabellón y que reivindican su medida de
lucha.
-¿Franco,
empate? ¿Cree usted que esta gente son
tan de guerra?
El
tal Bicho lo mira y sonríe, antes de responderle:
-¿Es tu primer
ingreso a este penal? –pregunta.
El
que se muerde las uñas deja de hacerlo y mira al que le ha preguntado, tratando
de entender su intencionalidad con la pregunta.
-A este sí,
pero antes ya estuve una vez en el penal de Cañete y antes de llegar aquí
estuve en Lurigancho.
-En cambio,
para mí, éste es mi segundo ingreso a este penal, pero en total tengo cinco
ingresos a diversos penales. En el año
noventa y uno fue mi primer ingreso a este penal y estuve hasta el
noventaiséis.
Conversan
de estas cosas cuando de uno de los pabellones de los políticos vuelven a sacar
a otro en camilla, entre cuatro lo cargan y pasan por el costado de los que
conversan.
-¿Te parece
que este que están llevando en camilla esté hueveando a la gente? –pregunta
Bicho.
El
tal Bam Bam deja de mordisquearse la uña y observa a los que se van cargando la
camilla, los queda viendo hasta que se pierden en el pasaje.
-La verdad que
no, causa, la firme que hasta los que cargan la camilla están reflacos.
El
otro, sin permitir que Bam Bam siga hablando, dice:
-En mi primer
ingreso a este penal, tuve la ocasión de conocer mejor a esta gente y eran los
años de su lucha brava, en cambio hoy, causa, esta gente está luchando por
sobrevivir. Lo que sí reconozco es que
aún hoy siguen manteniendo su disciplina.
En
la rotonda la gente sigue siendo escasa, contrario a la costumbre
cotidiana. A la entrada del pasaje que
se une con la rotonda, un grupo de policías, sentados en el muro que circunda, conversan
con aire indiferente, cuando lo cierto es que vigilan con detenimiento todos
los movimientos de los internos. En los
pabellones políticos, en aquel espacio que llaman gallinero y viene a ser una
porción desguarnecida de techo y muros de concreto, en reemplazo de todo
aquello se encuentra totalmente enmallado y de ahí su nombre. En estos gallineros, porque todos los
pabellones los tienen, un buen número de políticos está echados en sus
colchones, algunos en silencio como midiendo sus energías, otros conversan
entre ellos.
-El año 92 fue
un año bien pendejo para todos aquí. En
ese entonces el penal era recontra movido, qué se iban a estar así de
relajados, era igual o mucho peor a lo que es hoy Lurigancho.
El
que escucha, sin poder contenerse, interrumpe el relato del que cuenta.
-Por eso
yo arreglé para
que me mudasen
a este penal,
causa
Bicho,
sin tomar en cuenta lo que Bam Bam le acaba de decir, sigue con su relato.
-Como te
decía, el año 92 fue un año que jamás podré olvidar. En una de las madrugadas
del mes de mayo, yo vivía en el cuarto piso, en una de las celdas del fondo, en
lo que hoy es el pabellón 2 A, y como bien debes saber, desde ahí se mira la
calle.
De
uno de los pabellones de los políticos, llaman a uno de los policías que
conversan en el grupo, obvio que es el alcaide del pabellón. Éste, de mala
gana, deja el grupo de sus colegas, se acerca al pabellón, en la puerta de
ingreso lo espera el delegado, después de conversar un instante ambos
salen.
El
que cuenta, obviando estas cosas que intrigan, prosigue con su relato:
-Ahora que me
acuerdo, en el 92 a
los tombos no les era fácil hacer una requisa aquí en el penal, la gente no los
dejaba, los puta tenían que sufrir. Por
eso, lo que los tombos le hicieron a los cumpas en aquella ocasión, a todos nos
remeció. Era mayo como ya te dije, sería
como las cuatro de la madrugada cuando empezó toda esa huevada. Tú bien sabes que se escucha clarito cuando
está entrando la requisa al penal, cuando esas mierdas avanzan en tropel; así
nos dimos cuenta esa vez que los tombos estaban entrando. Después fueron trepando a los techos, se
pasaban la voz entre ellos para saber la ubicación de sus compañeros. En ese momento todos creímos que era una
requisa general, es que tampoco la oscuridad dejaba ver gran cosa.
El
médico del tópico, junto al delegado y al alcaide del pabellón ingresan a la
rotonda.
-¡Carajo!,
algo bien concha su madre debe estar pasando –dice Bam Bam.
El
otro prosigue sin que le importe nada.
Recién
cuando empezó a clarear el día pudimos ver lo que realmente estaba ocurriendo. Pero
aún no nos dábamos cuenta de que los tombos se preparaban para ingresar al
pabellón de las senderistas.
El
que escucha lo mira asombrado y lo interrumpe:
-¿Has dicho
las senderistas, quiere decir que aquí ha habido mujeres presas?
-Claro, firme,
empate, ellas vivían en lo que hoy es el pabellón 1 A.
-Ah, chucha, a
donde viven hoy los narcos.
-Ciruelas, ahí
mismo, loquito.
-Esa sí que no
me la sabía. Oye, Bicho, ¿crees que se puede haber muerto de hambre un tuco?
El
otro, incómodo por la interrupción, le dice:
-¿Quieres que
te siga contando o no?
-Por supuesto,
causita, siga usted.
-Bien, como te
decía, estaba de sapazo viendo a los tombos cuando una explosión nos sacudió a
todos, por la polvareda que se hizo nos dimos cuenta que era en el pabellón de
las mujeres. Después que la polvareda se
disipó, pudimos ver el daño que la explosión estaba dejando. Un hueco de regular tamaño en una de las
paredes del patio, justo en la pared que colinda con lo que hoy conocemos como
el huerto y que circunda todos los pabellones por la parte de atrás, como un
anillo verde.
Bam
Bam escucha totalmente cautivado el relato que Bicho le está haciendo. Después
de un rato, como si reaccionase, pregunta:
-Causa, ¿y qué
se está haciendo para solucionar el problema con la gente de al frente?
Esta
impertinencia como que desubica al que cuenta, porque interrumpe su relato y se
queda mirando al que lo interrumpe ante de decirle:
-Puta,
compadre, está usted bien rayado, le estoy hablando de la huevada ésa que hace
años pasó y usted sale con otra cosa, no jodas pues.
-Tranquilo,
causa, disculpe usted, pero usted sabe que el problema con la gente de al
frente perjudica a todos.
-Ya sabemos
eso, pero tú bien sabes que las cosas tienen que ser derechas, igual para cada
lado, sino no hay trato. Pero no te
preocupes, ya estamos tratando.
-Claro, causa,
el diálogo es lo mejor.
-Por supuesto,
en eso estamos, Bam Bam. ¿Quieres que te
siga contando?
-De hecho,
empate, siga usted.
Justo
en ese momento, del pabellón de los políticos sale el médico acompañado por el
delegado, y detrás de ellos viene el policía, en la puerta del gallinero se
detienen a conversar, cruzan unas palabras, después el delegado le tiende la
mano y cuando el médico junto al policía están saliendo, de otro pabellón
político lo llaman. Ese otro pabellón está más cerca de donde están los que
conversan, el médico se detiene en la puerta del gallinero del pabellón del
cual lo han llamado, el policía sigue avanzando. Desde las ventanas de los miradores en los
pabellones la gente observa con curiosidad.
Cuando
el policía pasa cerca de los que conversan, Bam Bam no se aguanta.
-¿Qué pasa, alcaide, ocurre algo?
El
policía lo mira y sonríe.
-En el 4 B hay
tres huevones que están mal, cómo se les ocurre entrar en huelga de hambre,
cuando dos de ellos sufren de gastritis y el otro tiene problemas con su
vesícula.
-¿Se están
para morir?
-No creo, lo
que ocurre es que cuando los evacuan al tópico para que los rehidraten, ya no
les hace nada y lo que están pidiendo es que los evacuen a un hospital para que
les den otro tipo de tratamiento.
-Lo justo,
¿no? –interviene Bicho.
-Pero el
coronel no quiere evacuarlos –agrega el policía.
-¿Por qué?
–pregunta Bam Bam.
-Es que si el
coronel acepta evacuarlos a un hospital esto va a trascender a la prensa y las
autoridades no quieren a la prensa metida en este problema. Por eso es que el médico ha venido a
constatar y luego hará su informe, si algo pasa será responsabilidad del
coronel.
-A la chucha,
el tío se puede cagar –dice Bam Bam.
-¿Y qué cree
que haga el tío? –pregunta Bicho.
-Evacuarlos,
que tan solo se le muera uno le manda su legajo a la mierda, así que caballero
nomás. Les apuesto que no pasa ni un par
de horas y los están evacuando a los tres-.
Dicho esto el policía se va a reunir con sus colegas, que continúan conversando.
Ambos
miran cómo el policía se aleja, es Bicho el que primero habla:
-Qué te dije,
causa, esa gente sabe lo que quiere.
-Sí, pero hay
que ser bien de bobo para arriesgar la vida de esa manera, mis respetos con esa
gente. Pero, causita, sígueme contando
esa película que está buena.
-Como te
decía, los tombos se metieron por el hueco que habían hecho al patio del
pabellón de las mujeres. Para eso el día
ya estaba claro y se veía todo lo que ocurría.
Nosotros mirábamos todo esto desde las ventanas del pasadizo del cuarto
piso. Los tombos que entraron por el
hueco de la pared se quedaron allí. Otro
hecho que es bueno que te mencione es que los tombos traían sus rostros
cubiertos con pasamontañas. Luego de un rato largo, en el que parecía que los
tombos coordinaban, un grupo de los que entraron por el agujero se empezó a
mover pegado a la pared en donde estaban los baños, cuando llegaron a la pared
que da a los talleres y que era donde las hembritas hacían sus trabajos; uno de
los tombos extrajo un paquete de la mochila que traía en la espalda, y con el
apoyo de otro empezó a manipular el paquete, que después colocaron contra la
pared. Luego los cuatro tombos se
retiraron rápido, hacia donde estaban los demás. Otra bomba, dijo alguien a mi
lado y efectivamente fue así, una nueva explosión nos sacudió a todos.
Luego
que el polvo producido por la explosión se despejara, pudimos ver otro hueco no
tan grande como el anterior, pero hueco al fin y al cabo.
Un nuevo grupo de tombos avanzó rápido y se posesionó cerca al hueco,
por allí empezaron a lanzar bombas lacrimógenas al interior del pabellón. Esto con la intención de que las hembritas
abandonen el taller seguro y así ellos pudiesen tomar sin dificultad el
pabellón. Las cosas no les salieron como
ellos querían, las chibolas se pusieron fuertes, los aguantaron; para más mala suerte
de los tombos, en ayuda de las hembritas llegaron sus compañeros, estos
vinieron por los túneles que están debajo de todo el penal y por estos mismos
las llevaron a su pabellón, que es aquel y que hoy conocemos como el 4 A. En aquellos años, los compañeros
tenían tan solo dos pabellones, el de varones y el de las mujeres, tan
diferente de ahora.
Bam
Bam, como emergiendo de otra realidad, interrumpe al que cuenta.
-Empate,
dígame la firme, ¿cuándo se arregla la situación con la otra gente?
El
tal Bicho lo queda mirando, antes de decirle:
-¿Cuál es el
interés que la situación se arregle ya?
-El recurso,
pu’e causa, usted sabe que uno está cagado y que para sobrevivir uno hace sus bisnes
aquí y también allá.
-Ya,
compadrito, todos estamos igual, pero la huevada es que esos no se la pueden
llevar toda y solos, también tenemos derecho a parte del negocio. Así que para
lograrlo hay que tener un poco de paciencia.
-Está bien,
pero ojalá que no sea mucho. Volviendo a
la historia que me cuentas, ¿esos tombos no intentaron meterse a los pabellones
donde estaba la gente chévere?
-No, es que el
pleito no era con nosotros. Y eso que
los techos estaban llenos de tombos, la mayoría de los que estaban arriba eran
francotiradores e igual que todos traían puesto pasamontañas. La intención de los tombos era desalojarlos
ese mismo día, en sus planes no estaba que los cumpas les resistieran cuatro
días. Te lo juro, causa, en esos cuatro días
vimos de todo.
-Qué
alucinante debió ser aquello, ¿no, causa?
Bueno, pero en lo que estoy pensando es que hoy los cumpas la han hecho
buena.
-Ah, chucha, o
sea que yo estoy que me pulo contándole esa nota y usted está que se rompe con
otras, no te pases, Bam Bam.
-No, no,
causa, si le estoy prestando atención, si no que mientras cuentas se me dio por
ver qué bien la están haciendo con su huelga de hambre los cumpas, ¿no le
parece, causa?
-Sí, pero
usted no me esté pensando mucho, no se le vaya a fundir la tutuna. De que la están haciendo bien la están
haciendo, mira tú que ya llevan veintiocho días en su lucha, ya algunos están
hasta las huevas.
-Pero ya el
mismo tombo dijo que al tío no le quedaba otra que evacuarlos y bien sabes que
cuando hagan eso la prensa lo va a difundir, eso será punto para los
cumpas. La presión va a ser brava. ¿En qué te quedaste? Continúa con la historia.
-De lo que nos
dimos cuenta, al ver todo lo que estaba ocurriendo era que los tombos traían la
consigna de matar, lo del traslado a las hembritas fue un pretexto.
-Bien pendejo
debió ser aquello.
-Pendejo es
poco, recuerdas la película que vimos el otro día, ésa la de La Caída del Halcón Negro.
-Claro que sí,
causa.
-Pues algo
similar se vio por aquí.
-Ya pues,
causa, te quieres vacilar con uno.
-No, la firme,
Bam Bam, al tercer día como ya les habían metido de todo y no había podido
sacarlos de su pabellón, muy temprano un helicóptero empezó a sobrevolar el
penal, nadie imaginó la que se venía.
Después que el helicóptero sobrevoló varias veces penal, seguro que
haciendo su reconocimiento, embistió con bombas rocket al pabellón de los
cumpas. Ahí sí que el pabellón se caía y
que la gente iba a salir corriendo, pero nada, ni el pabellón se cayó y menos
la gente salió corriendo.
-¿Es verídico
lo que dices?
-¡Claro!, es
la firme, por la Sarita.
-Puta, lo que
dices es para no creerlo, cuántos se habrán muerto en ese pabellón.
La
tarde avanza al ritmo del tiempo en este espacio apretado, mundo reducido donde
las largas distancias se miden en metros y los espacios amplios en centímetros. Aquí, sí, aquí donde los pabellones hacen un
círculo alrededor de esta rotonda, como rindiendo culto a ese edificio circular
construido no sé para qué por las autoridades.
En este momento en que ya ha circulado por todo el penal la noticia, que
tres presos políticos están bastante graves, sus compañeros están a la
expectativa en sus pabellones, echados en sus colchones en los gallineros de
cada pabellón o en los locutorios que cada pabellón posee; todos esperan. En lo más alto de cada uno de los pabellones,
las banderolas señalan la razón de la lucha.
Los
que conversan han quedado momentáneamente en silencio, el que cuenta
esforzándose por recordar los hechos de los que habla, el otro en medio de su
bacilón trata de urdir la manera de ganarse unos soles que le permitan seguir
pasando bien su encierro. Después de un
breve momento en que el silencio fue una constante entre ambos, Bam Bam es el
que primero habla.
-¿Qué es
lo que tuvieron
que hacer para sacarlos de su
pabellón?
Bicho
lo mira, antes de decirle:
-Los tombos no
los sacaron, ellos mismos salieron. Pero
déjame que te cuente toda la historia tal como sucedió. Como ya conoces, al tercer día ni con helicóptero
los sacaron, así que amaneciendo el cuarto día, trajeron un cañón.
Bam
Bam sorprendido dejó de mordisquear su dedo y preguntó:
-¿Un cañón?
-Sí, compadre,
un pequeño cañón –y señaló con su brazo extendido- y lo ubicaron en ese espacio
que se abre para formar la escalera que baja al interior de la rotonda –su
brazo extendido va señalando como si dibujase la escena.
-Váyase a la
misma mierda, causa, ésa sí que no la sabía, un cañón, eso sí que es bien
alucinante, es para no creerlo. Pero
mejor siga para adelante con la historia.
-Así como te
estoy contando, pusieron el cañón y luego empezaron a hablar con un megáfono,
la verdad que no recuerdo qué huevadas dirían, después se hizo un silencio
extraño y como del interior del pabellón no les respondió nadie, empezaron a
darle al pabellón con el cañón. A lo
primero que le apuntaron fue al frontis, así que cuando se disipó la polvareda
ya no había puerta, ni rejas. Si mal no
me equivoco, hicieron un disparo más, después de entre los escombros apareció
un trapo que intentaba ser blanco. Algo debieron hablar, pero nada pudimos oír
nosotros, todo parecía una película muda.
Después
de un rato empezaron a salir cogidos de los brazos, todos cubiertos de polvo y
cantando la internacional, y avanzaron unos metros y fue cuando se oyó un
fuerte estruendo que cortó esa espesa nata en que había cuajado el temor
dramático que se respiraba, en ese momento todos aquellos que habían salido se
desarticularon en sus movimientos y cayeron al suelo y se fueron mojando en su
sangre que no demoró en correr como una chorrera. Les habían matado con una ráfaga de metralla
de grueso calibre. Ahí nomás siguieron
saliendo los demás, eran como mierda, pero ya no siguieron disparándoles. Los
políticos avanzaban por la rotonda, al ingreso del pasaje los obligaron a que
se tirasen al suelo y rampasen.
Lo
poco que aún te podré contar, ya no lo vi, si no que me lo contaron, dijeron
que cuando la gente llegaba a la puerta rampando, o sea a la de acceso, los
esperaban unos encapuchados que les levantaban la cabeza de los pelos y les
preguntaban dónde está tal fulano o tal mengano, pero a la vez que les
preguntaban también los miraban con detenimiento para ver si eran uno de los
que buscaban, y si reconocían a uno lo separaban. A los demás los enviaban a un descampado que
era conocido como la tierra de nadie. A
los que separaban los llevaban por donde antes estaba la cocina, y ahí les
metían un plomazo en la cabeza –dicho esto, Bicho se queda en silencio.
En
el ritmo de la rotonda se opera un cambio, los policías que conversan en grupo
dejan de hacerlo, corren en dirección al pabellón del cual están a cargo. El policía llega apresurado al gallinero de
los que conversan.
-Pasen, pasen
rápido, que el coronel va a entrar con el médico y la gente de la Cruz Roja, parece que
van a evacuar a los huelguistas al hospital. Esas mierdas siempre se salen con
la suya.
-La legal,
pu’e tío, la gente tiene un montón de días en su lucha y no puede ser por
gusto.
-Ah, chucha,
ahora eres defensor de terroristas.
-No, tío, lo
justo es lo justo, además que el preso tiene que tirar para el preso, ¿no?
-Ya, ya,
tranquilo nomás.
El
policía se queda parado frente al pabellón, Bam Bam se sienta en el muro de un
largo lavadero que sirve para juntar agua y que ahora está vacío, Bicho
echándose a caminar dice:
-Lo dejo,
causa, mosca cualquier cosa.
-Vaya nomás
–dice Bam Bam, y agrega–, Causa, la firme que se acabe el problema con la gente
de al frente –Bicho se lo queda mirando, antes de decirle:
-Qué pasa, Bam
Bam, usted no se vaya a olvidar de poner el candado a la puerta del gallinero
por dentro si a esa gente de al frente se le ocurre venir con alguna intención,
y si ves que se quieren meter por arriba sacas la guaracha para adentro que ya los
otros saben qué hacer.
Ahí
mismo el coronel acompañado por el médico del tópico y otras personas ingresan
a la rotonda, hay revuelo en el penal.
A los cinco días de estos acontecimientos, en el titular principal
de un diario sensacionalista aparece: Reyerta En Castro Castro, Chocan Bandas
Por El Control De La Droga Y
Mueren Cinco Internos.