-Cosas que hacen los hombres, ¿no?- conversan
nombrándose cuando camino por las calles llevándola de la mano. Y con eso me
avergüenzan hasta bajar la cabeza. Pero ella, ni siente ni padece. Sólo sigue
caminando junto a mí, callada la boca. Cuando eso dicen me acuerdo de los
hombres que antes venían a nuestra casa por las noches, también de día pidiendo
que ella les arreglara algún hueso torcido. Le exigían que ella entrara al
cuarto y cuando se negaba la metían a la fuerza. Yo lloraba jalando al hombre
del pantalón. Pensaba que la iba a matar. A ellos no les gustaba estar junto
conmigo. Me botaban hacia afuera y se encerraban en nuestro cuarto. Entonces yo
gritaba más fuerte todavía dando zapateos en el suelo, pidiendo auxilio para
que la soltaran. Pero nadie venía a ayudarme. Por eso yo estaba solito afuera
hasta que el hombre salía y me regalaba dinero diciéndome: calla, muchacho, sólo me la he comido. Y se iba sin despedirse. En
eso, no bien desaparecía de la puerta, yo corría adentro y ella estaba ahí sentada
en el suelo con los cabellos desordenados, llorando. Por esos tiempos me
gustaba decir papá a todo hombre que nos
visitaba. Eso habría hecho pensando que los hombres que venían entonces eran
nada más que uno solo. Más tarde comprendí que eran muchos y diferentes y ni
siquiera se parecían a mí. Yo no sé cómo son los padres. Mi madre nunca me dice
quién es mi padre y cada vez que le pregunto me dice que no la fastidie. Por
eso no sé hijo de qué padre soy, sólo entiendo que mi madre me habrá parido hijo
de un padrillo como dicen. Ahora que ya soy grande no vienen tanto como antes,
más que de vez en cuando. Aunque vienen ya no se encierran con ella en nuestro
cuarto como antes. Por eso, mientras conversan en el corredor, voy hacia el
espejo y busco en mi cara algún parecido con la del hombre. De tanto mirarme en
el espejo ya sé de memoria cómo es mi cara y mientras caminamos por las calles
también estoy tratando de reconocerme en cada hombre que se cruza con nosotros.
Eso hago siempre y hasta corremos el riesgo de ser atropellados por algún
carro. Mi madre no tiene trabajo como otras señoras. Sólo le pagan por los
arreglos que hace a las mujeres de los hombres que nos visitan en estos últimos
tiempos. También hila y lava ropa de varias personas. Yo paso todo el tiempo
ayudándola, con eso no tengo amigos para jugar siquiera un ratito como otros de
mi tamaño. Y si no estamos trabajando en nuestra casa, estamos caminando por
alguna calle tomados de la mano, con dirección a la casa de algún cliente. Yo
la llevo de la mano, no porque ella no conozca la ciudad, sino porque ella
puede caerse. A veces cuando pienso en ella, antes que me tuviera, me dan ganas
de llorar. Cómo andaría por las calles solita, sin nadie y así como es. Por eso tal vez –me digo- tuvo que tenerme para ayudarla a vivir.
Tampoco sé qué más me llamo después de Hermelindo. Yo no conozco a mi padre ni
mi madre lo conoce a él. Ni a sus propios padres conoce. Yo sólo conozco a ella
y con eso voy ganándola. Ella se llama Herminia y cuando le pregunto por sus
padres me dice cómo iba a conocerlos así como es. Las gentes también dicen que
ella nació así y que por eso nunca conoció a mis abuelos, que ellos se murieron
mucho tiempo antes que mi madre conociera hombres. Ya después, dicen, se
vinieron las deshonestaciones. Esas cosas andan diciendo mientras camino por
las calles llevándola de la mano. Las personas que nos contratan nunca dan sus
direcciones, sólo nos indican la calle de sus casas y nosotros llegamos
exactos. Todavía no sé leer para estar mirando las numeraciones que dicen. Me
gusta ir a la escuela viendo a otros de mi tamaño y le exijo a mi madre para
que me envíe, pero ella me contesta diciendo que aún soy muy muchacho para eso;
y otras veces no tenemos dinero. Podré ir cuando ya sea más grande, trabajando
para comprarme mis cuadernos. Eso dice. A nosotros nunca nos gusta engañar.
Siempre llegamos a la hora señalada, por eso hay personas que nos estiman y
hasta nos hacen comer en sus casas y nos dan otros trabajitos. Pero también hay
personas que se niegan a pagarnos luego de habernos hecho trabajar, diciendo
que ella no sabe arreglar o si no que yo soy muchacho mañoso. Cuando dicen que
engaña es como para creer; porque cómo vería ella lo que ocurre dentro de otras
señoras así como es. Eso pienso y digo que tal vez engaña de cierto. Pero
cuando hablan de mi mala maña me dan ganas de escupirlos en la cara, es que
cuando estamos en casa extraña no me aparto de ella ni siquiera un instante.
Tengo miedo que le suceda algo grave. Hasta pienso que pueden volver a
deshonestarla y le dieran otro hijo más. Si eso pasara qué sería de nosotros
con lo pobre que somos. Nosotros somos muy pobres, por eso a veces no tenemos
ni para comer; y cuando ocurre eso mi madre me manda coger “atajos” para hacer
picante. Eso comemos o también estamos días íntegros solamente con tunas; y
otros, comemos en casa de alguna persona que nos estima. Entonces me paso
cuidando a ella sin moverme por nada de su lado. Pedir limosna también no nos
gusta aunque ya no tengamos qué comer. Dice ella que eso hacen los ociosos o
los ancianos que ya no pueden trabajar. Ella trabaja en todo y se gana su
dinero hasta arreglando el estado de embarazo de las señoras. Hubo una vez un
hombre que quería comprarme y por poco la convence; pero ella, finalmente, se
negó por completo diciendo que yo su hijo estaría a su lado, si fuera posible,
comiendo tierra o un pedazo de su propia carne y que cuando ella se muriese me
quedaría solo. Así dijo esa vez. Por todo eso la cuido y no quiero dejarla sola.
Estoy siempre llevándola de la mano a cualquier lugar. También la llevo al
corral para que haga sus necesidades y mientras hace, espero tranquilo hasta
que termine. Otras veces hacemos los dos juntos. Yo la quiero bastante aunque
muchas personas la tratan de sucia. Pero no somos tanto así como nos dicen
mirándonos con sus ojos que se les cae el odio. Nuestras ropas de ser viejas y
remendadas lo son. Sin embargo, nunca están sucias. Mi madre siempre me dice
con el tiempo si es que tenemos que salir a la calle, así como esta mañana.
Entonces, primero le lavo la cara a mi mamá y luego yo. Por eso ahora estoy lavándome
los pies para salir a la calle con ella.
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